lunes, 21 de abril de 2008

La escuela y la sociedad

La escuela tradicional está asediada en la actual sociedad por las más diversas problemáticas, debido a que nos encontramos con una escuela descentrada de sus funciones tradicionales que difícilmente encuentra su lugar en el mundo moderno del saber.
La Escuela ya no es la depositaria privilegiada del saber. Es una fuente más entre otras. Compite con fuentes de enorme poder: la radio, la televisión, etc. Es, tal vez, la institución más eficaz para la enseñanza de la lecto-escritura – como lo fue antaño – pero está quedándose atrás en la promoción de las nuevas necesidades de alfabetización de la sociedad.
Por otra parte, los docentes ya no son considerados los maestros que atesoraban todas las habilidades y sabidurías. Los estudiantes pueden competir fácilmente con ellos en conocimientos y, sobre todo, disponen de muchas fuentes con las que contrastar el saber de sus profesores.
Ni las escuelas ni los docentes disponen ya, de los instrumentos para la producción y sistematización del saber – o los han perdido en términos relativos, y ya no es la fuente de la racionalidad que funda o explica el orden social, se ha tornado un elemento poco práctico y está perdiendo a marcha forzada aquél poder de organización y de orden que le había conferido el sistema social tradicional. La pérdida de autoridad de la Escuela es producto, finalmente, del valor escaso que le atribuyen los poderes sociales.
El educador pierde su condición de “dueño del saber” para convertirse en un orientador en el mundo de la investigación. Es un rol diferente, implica otro tipo de poder y nuevos aprendizajes. Además, será necesario el replanteamiento crítico de la propia institución escolar, de sus funciones y de su forma de cumplirlas. La escuela en esta nueva sociedad debe apostar por la renovación profunda de su funcionamiento en varios sentidos convertir el centro escolar en un espacios de exploración, de descubrimiento y de invención, crear nuevas comunidades educativas apoyándose en las nuevas estructuras sociales, apostar por la implicación de las escuelas en el mundo práctico, atender adecuadamente la alfabetización y todo ello mediante la participación de la comunidad educativa.
¿Una posible solución?
Uno de las maneras de abordar estos problemas que se presentan, es revisar la forma en que realizamos nuestra labor diaria focalizándola en la necesidad de un alumno que aprende en la medida que a la vez enseña. Constantemente va reconociendo un conocimiento ya adquirido y está preparado en un todo para la observación del docente y la curiosidad que este tiene y proveerlo de las herramientas básicas para que se adueñe de esos conocimientos que serán los que presentarán ante si un nuevo mundo.
El docente diariamente y de acuerdo a sus alumnos debe estar abierto, disponible para pensar nuevamente y desde otra óptica lo pensado, revisar sus posiciones, debe involucrarse con la curiosidad del alumno, de cada uno de éstos, ya que uno a uno, éstos representan una curiosidad virgen, ellos están cargados de sugerencias, de preguntas y desafíos que el docente no había percibido antes y debe reconstruir los caminos de la curiosidad y abrirse a la ingenuidad y criticidad de cada alumno.
En este camino, el docente debe estar abierto a los grandes desafíos, solicitando a sus alumnos que sean abiertos, democráticos y libres. En este pedido encierra, engloba, incluye, a todos y cada uno de ellos, con los riesgos que esto implica, ya que al hacer un llamado tan amplio, el docente debe estar preparado, capacitado y tener la habilidad de atender a la diversidad, atender a las necesidades, inquietudes y a la persona en un todo.
Un docente incluyente es aquel que está capacitado, formado conceptualmente y en valores para trabajar en la diferencia, ya que las relaciones entre educadores y educandos son difíciles, complejas sobre las que se debe pensar y repensar constantemente y sería bueno que tanto docentes como educandos crearan el espacio suficiente y adecuado para la evaluación tanto de uno como de otros, lo que los lleve, a un proceso de crecimiento mutuo y los haga a ambas partes educadores y educandos, ya que estudiar es alcanzar la comprensión más exacta del objeto, es percibir su relación con los otros y para eso hace falta que quien estudia, se arriesgue, se aventure que traspase los límites normales o estipulados del conocimiento, solo así quien crea, recrea.
Al proceso de enseñar, hay que vivirlo, y sabiendo que además, se vive inmerso en una sociedad, que tiene características y rasgos propios como la nuestra que tiene sesgos de autoritarismo y discriminaciones de todo tipo. Se debe entonces, educar y educarse para la vida ciudadana, una vida en pleno goce de la libertad en todos sus aspectos y asumiendo todos los compromisos que ella conlleva.
El docente participa en este proceso de formación para la democracia, desde el aula, generando el espacio para la discusión y el disenso. Anteponiendo el respeto ante todo, ya que cuando más respetemos a los alumnos y fortalezcamos las relaciones entre los actores de la sociedad en que vivimos estaremos contribuyendo al fortalecimiento de las experiencias democráticas, desafiándonos a luchar más por la ciudadanía.

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